Conocer sobre economía conductual puede ayudarlo a comprender sus hábitos de consumo.
Por Tim Gower
Milli, un programa de contenidos sobre mujeres y dinero patentado por Dotdash Meredith, editorial de Real Simple, InStyle, Investopedia y The Balance, entre otros.
¿Alguna vez llegó a su casa después de ir de compras, sacó un artículo costoso de la bolsa y se preguntó: "¿Por qué compré esto?". Usted no es el único. Y puede que no sea completamente culpa suya. El campo de la economía conductual puede ofrecer información curiosa sobre la psicología del gasto y cómo la psiquis afecta sus elecciones.
Conceptos básicos de la heurística
Gran parte de nuestro comportamiento relacionado con el gasto está regido por la heurística, es decir, atajos mentales que el cerebro humano utiliza para agilizar la toma de decisiones y resolver problemas rápidamente. "Si tuviéramos que considerar cada compra que hacemos con detenimiento, sería un desastre", afirma Ginger Pennington, Ph.D., profesora asociada del departamento de psicología de la Universidad Northwestern. "Usar atajos mentales nos ahorra tiempo y esfuerzo".
En otras palabras, gracias a la heurística, no tiene que pensar mucho sobre qué tarro de mostaza comprar: toma el que le gusta y sigue comprando.
Pero la heurística también puede tener un lado negativo: el de hacernos gastar de más. Por ejemplo, un atajo mental común es suponer que un artículo costoso es de calidad superior a uno económico. Si bien en algunos casos puede ser cierto, "tendemos a sobregeneralizar, por lo que a veces terminamos pagando un precio mucho más alto por algo que es funcionalmente equivalente a otra marca que cuesta menos", explica Pennington.
Estos sesgos cognitivos también afectan nuestros gastos de otras maneras. Por ejemplo, las tiendas minoristas pueden hacerlo gastar más dinero mediante una técnica llamada anclaje, en la que el primer artículo que ve se convierte en su punto de referencia. Si tenía pensado pagar solo unos $100 para reemplazar su cafetera que está a punto de morir, el modelo de $400 ubicado en la primera fila de la mesa de exhibición le parecerá demasiado caro. Sin embargo, el modelo de $200 que está al lado ahora parece una ganga relativamente, lo que hace que gaste el doble de lo previsto.
La debacle de la comparación social
Otro sesgo cognitivo llamado comparación social nos hace juzgar nuestro valor propio comparándonos con los demás. "Nuestro sesgo natural es compararnos con personas que percibimos que tienen más, lo que nos lleva a sentir 'no tengo lo suficiente'", señala Jesse Walker, Ph.D., profesor adjunto de marketing y logística de la Universidad Estatal de Ohio.
Y este sesgo de comparación, a menudo provocado por ver en las redes sociales el estilo de vida extravagante que llevan los influencers, contribuye a un problema conocido como "dismorfia monetaria" o sensación de inseguridad sobre sus finanzas incluso si gana un salario decente, según explica Walker. Una encuesta reciente de Credit Karma reveló que casi un tercio de los estadounidenses sufren de dismorfia monetaria, incluido el 41% de los millennials, muchos de los cuales dijeron que les hace gastar de más.
Un poco de terapia de consumo
No tiene nada de malo ir de compras, como enfatiza Pennington. Algunos estudios, incluso, indican que salir de compras puede ayudar a mejorar el estado de ánimo. En efecto, la tristeza suele estar impulsada por una pérdida de control sobre nuestra situación personal, que se puede recuperar decidiendo gastar un poco de dinero en uno mismo y eligiendo entre distintas opciones, según explica Pennington. Sin embargo, advierte que la mejora emocional derivada de comprar cosas materiales es fugaz, y que darse un gusto con demasiada frecuencia puede llevar al gasto compulsivo y la ruina financiera.
Por otra parte, muchos estudios revelaron que gastar dinero en experiencias, como viajes o conciertos, hace más feliz a las personas que pagar por posesiones. Una de las razones de esto, según la investigación de Walker,es que invertir en experiencias les deja un mayor sentido de gratitud, lo que a su vez los hace más generosos.
"Nuestra investigación demostró que si gasta dinero en una experiencia y piensa en ella, es más probable que le dé dinero a un desconocido que si reflexiona sobre un objeto que acaba de comprar", asegura. Gastar en experiencias, añade, "no solo tiene valor para nosotros como individuos, sino que tiene un efecto dominó que se extiende a la sociedad en general".
Los beneficios y los inconvenientes de la contabilidad mental
Entender otra teoría importante de la economía conductual, conocida como contabilidad mental, puede ayudarlo a administrar mejor su dinero, explica a continuación Pennington.
Según la teoría, las personas crean "cuentas" separadas en su mente para sus diversas necesidades de gasto y tienden a centrarse en el efecto específico de sus decisiones individuales en lugar del efecto general sobre su bienestar financiero. Por ejemplo, supongamos que mentalmente asigna una cantidad determinada de dinero para necesidades básicas, como pagar el alquiler, y otra cantidad para esparcimiento. Pero un amigo lo invita a cenar a un restaurante caro, por lo que necesita transferir mentalmente fondos de la cuenta del alquiler a la cuenta de esparcimiento, lo cual justifica con un "Bueno, tengo que comer, ¿no?".
"Muchas investigaciones demuestran lo buenos que somos para justificar los gastos ante nosotros mismos, en parte modificando nuestra contabilidad mental", afirma Pennington. Al tener más presentes sus cuentas mentales, "puede reconocer conscientemente cuándo está racionalizando una compra", agrega. "Es una cuestión de ser más deliberado con sus gastos y preguntarse: '¿Realmente necesito comprar esto?'".
Tim Gower es un escritor independiente que vive en Massachusetts. Su trabajo ha sido publicado en muchas revistas y periódicos, como Prevention, Esquire, Reader’s Digest, Men’s Health y Los Angeles Times, entre otros.
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