Amenazas que eran inimaginables hace 20 años ahora son un problema importante para la seguridad y estabilidad mundial. Siendo el terrorismo y la guerra asimétrica moneda corriente, ¿cómo se las está arreglando la industria militar?
Quien que haya acuñado la frase "carrera armamentista" a principios del sigo 20 probablemente estaba pensando en el tipo de participación en el campo de batalla que ha definido a los conflictos armados la mayor parte de la historia.
Pero en la actualidad, el surgimiento de un grupo de amenazas altamente divergentes -desde campañas urbanas contra las fuerzas paraestatales o los ataques cibernéticos hasta la constante amenaza de invasiones tradicionales- deja entrever que la carrera armamentista global ya no solo se trata de mejorar las armas o tener mayor cantidad. Para los fabricantes militares, eso significa desarrollar armas para un espectro más amplio de combates.
Aunque los números absolutos siguen siendo altos, la inversión militar como porcentaje del producto interno bruto colectivo mundial cayó del 5.8 por ciento en 1967 al 3.8 por ciento en 1986, y al 2.2 por ciento en 2016, según el Instituto Internacional de Estocolmo de Investigación para la Paz. Los presupuestos más ajustados han otorgado singular importancia a las soluciones eficientes, y las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos están buscando nuevas ventajas tácticas en una era en la que su tamaño y pericia tecnológica es menor que en el pasado.
"El conflicto bélico se ha ampliado, pero la cantidad de capital que puede gastar para abordar ese rango ampliado de amenazas es muy limitada", dice Greg Jones, director general de Valores y el Grupo de Defensa de Regions. "El tema importante de discusión en las Fuerzas Armadas de los EE. UU. es encontrar la manera de ser lo más eficiente posible con ese capital".
Para los fabricantes militares, eso implica innovar en múltiples direcciones. La guerra urbana, por ejemplo, es una categoría en rápida evolución: un informe de Rand Corporation del 2017 destacó el valor emergente de los avances en blindajes, defensa con misiles de corto alcance y operaciones bélicas en túneles durante conflictos urbanos, incluso cuando la renovada amenaza de guerra nuclear es noticia en todo el mundo.
A medida que Estados Unidos avanza, también lo hace sector de defensa internacional
EE. UU. establece las pautas para el sector de defensa internacional, al ser tanto su mayor consumidor como sede de sus proveedores más importantes. Las Fuerzas Armadas de EE. UU. representan el 36 por ciento del gasto militar internacional ($611 mil millones en 2016). Sus fabricantes tienen una posición aún más dominante en el sector: representan dos tercios de los ingresos de defensa global, según Deloitte, liderado por firmas como Lockheed Martin, Boeing, General Dynamics y Northrop Grumman.
Dos de las principales prioridades de las Fuerzas Armadas de EE. UU. son una mayor eficiencia operativa y ventajas tácticas de vanguardia, dice Jones. Lo primero incluye una dependencia continua y creciente en la tercerización, que incluye a los contratistas para una gran parte de lo que Jones llama funciones "no cinéticas", como servicios de apoyo a la misión, tecnología de la información y operaciones en las bases.
"A menos que apriete el gatillo, veremos a los contratistas realizar muchas más funciones militares", advierte. Una prioridad relacionada es otorgar mayor apoyo a las fuerzas extranjeras afines, combatientes entrenados y equipados por el ejército de los EE. UU. El esfuerzo orientado a construir una ventaja táctica de vanguardia, que el gobierno de Obama apodó "la Tercera Compensación", sigue siendo una prioridad también.
Como un ejemplo de las armas emergentes que demandan un contra-desarrollo, Jones señala a los dispositivos tecnológicos, como drones de corto alcance adaptados para el combate que los soldados pueden llevar al campo de batalla. Podría ser un arma eficaz y devastadora, pero ese poder destructivo funciona tanto para los terroristas como para las Fuerzas Armadas de los EE. UU.
"Seremos testigos de cómo se prestará particular atención al desarrollo de tecnologías para desactivar, alterar y destruir vehículos aéreos no tripulados que podrían ser utilizados por el enemigo", dice Jones.
El desarrollo de vehículos aéreos no tripulados, o VANT, así como la capacidad de contrarrestarlos, son mercados importantes y de gran crecimiento. Los sistemas de defensa antimisiles utilizados para luchar contra las amenazas nucleares emergentes también están aptos para la innovación. Jones dice que esos sistemas todavía se encuentran en las etapas iniciales de desarrollo.
"En la actualidad, hay un alto grado de probabilidad de que podamos derribar un misil", expresa Jones. "Pero si un enemigo puede disparar 10 misiles y todos esos misiles tienen múltiples vehículos de reentrada (múltiples ojivas diferentes que descienden), entonces el temor es que algo así supere a cualquier tipo de sistema de defensa antimisiles que tengamos hoy".
Contratistas de defensa: investigación de compra
Debido a estas amenazas emergentes, la atención se centra en la investigación y el desarrollo. Es por eso que los principales fabricantes de armas se están convirtiendo en compradores.
En lo que respecta a los proveedores, los grandes contratistas de defensa estadounidenses expresan su voluntad de adentrarse en las actividades de fusiones y adquisiciones. Northrop Grumman, con sede en Falls Church, Virginia, adquirió al fabricante aeroespacial Orbital ATK por $7.8 mil millones en septiembre. Poco después de hacerse público el acuerdo, el gigante aeroespacial y militar a con sede en Chicago Boeing anunció que también se encontraba en la búsqueda de adquisiciones. Un factor que influye sobre el crecimiento es la distensión y la optimización de las reglamentaciones que rigen las exportaciones de armas, una reforma que comenzó durante la administración Obama y fue adoptada por el presidente Trump.
Mayores tensiones, mayores presupuestos de defensa
A pesar de la reducción general de los presupuestos de defensa como porcentaje del PIB, se espera que las crecientes tensiones en todo el mundo aumenten los gastos de defensa a nivel mundial, especialmente en Asia y Medio Oriente, de acuerdo con un pronóstico de Deloitte para 2017. Las naciones de Europa Occidental están gastando más también, con presupuestos que aumentaron un 2.6 por ciento en 2016, debido a una amenaza percibida de Rusia, según PwC.
También está en juego el "efecto Donald Trump": aunque la ley de embargo presupuestario del 2011 haya limitado la capacidad que tiene el presidente estadounidense de aumentar notablemente el gasto de defensa (el presupuesto 2018 de Trump asigna $603 mil millones a la defensa, un incremento de $54 mil millones en 2016 pero solo $18 mil millones más que el aumento de 2017 planificado por Obama), la influencia del presidente surte efecto en Europa. Después de que Trump obligara a los 29 países miembros de la OTAN a aumentar sus gastos de defensa, el grupo anunció un incremento de $12 mil millones en gastos por parte de los miembros no estadounidenses, hasta alcanzar los $295 mil millones aproximadamente.
Dicho aumento en el gasto no significa que se cambien las armas más convencionales por los sistemas de defensa más nuevos y avanzados que se ocupan de las amenazas emergentes. No, en realidad significa que el enfoque de financiación e investigación debe extenderse a diferentes tipos de proyectos y equipos.
"No es que podamos tomar los recursos que una vez dedicamos al armamento tradicional y ahora solo usarlos para conflictos asimétricos", advierte Jones. "Todavía se necesitan portaaviones y tanques. Por eso, incluso si dirige su atención a estas situaciones asimétricas, debe continuar estando preparado para los enfrentamientos de fuerza contra fuerza".